Por: Oscar Figueredo Reinaldo, Rosa Miriam Elizalde
Junto a un cartel de “ceda el paso”, en la zona próxima a los almacenes del Puerto del Mariel, Terry McAuliffe conversa con un pequeño grupo de sus acompañantes. Los demás integrantes de la delegación del Estado de Virginia –son 30, de los cuales una veintena están vinculados al mundo empresarial-, permanecen en el ómnibus. En el primer día de tímido invierno del 2016 en Cuba, la mañana es espléndida y le da mayor relieve las nubes como de pintura impresionista y la bahía de limpios tonos azules que se adentra casi un kilómetro en la tierra firme.
“Terminar con el embargo va a crear puestos de trabajo allá en casa”, ha dicho el Gobernador, cuya vista se ha perdido por un momento en el universo de contenedores rojos, azules y amarillos que tiene frente a sí, de espalda a las aguas de la Bahía. Si todos las cajas metálicas que puede operar este puerto en un año se pusieran una al lado de la otra -822 000 TEU, unidad de medida que equivale a un contenedor de 20 pies-, se podría ir cinco veces desde el Mariel a Virginia.
La distancia entre ambos puntos es de algo más de 1 600 kilómetros, lo que da la idea de la monumentalidad de este lugar. Son estas enormes dimensiones las que acercan al puerto cubano a los de la Mancomunidad de Virginia, un Estado de la costa Atlántica estadounidense. Y otro detalle que se advierte en el Gobernador y en las autoridades de aquí: la filosofía del trabajo bien hecho, de la profesionalidad y de la cultura del esfuerzo, que ambas parte se reconocen mutuamente. Sigue leyendo