NUEVA YORK. La semana pasada se supo algo inesperado: según Hillary Clinton, ella le aconsejó al presidente Obama que acabara de una buena vez con el bochornoso embargo impuesto a Cuba hace más de medio siglo. Ya lo dijo Rubén Blades: la vida te da sorpresas.
Hay quien insiste en que la conversión de Clinton de defensora a ultranza de la anacrónica política de EE.UU. hacia Cuba a enemiga de un bloqueo más largo que la esperanza de un pobre, comenzó en abril del 2012. Era una noche calurosa en la sensual ciudad de Cartagena y la secretaria de estado, tras el cierre de la Sexta Cumbre de las Américas, se tomó un par de tragos de cerveza, se soltó el moño y bailó una rumba “mucho caliente” en un bar llamado nada menos que Café Habana.