Por James Bruno*
Este martes, la Casa Blanca anunció su intención de retirar a Cuba de la lista del gobierno de Estados Unidos que identifica a naciones que patrocinan el terrorismo. Esta noticia está en consonancia con la normalización que la administración Obama busca en las relaciones con Cuba, un esfuerzo con fuerte apoyo de la comunidad empresarial estadounidense y de un número creciente de cubanoamericanos, pero vigorosamente rechazada por los republicanos en la campaña electoral.
Por primera vez, quizás en 50 años, Cuba -después de Irán- augura ser un asunto de política exterior dominante y polémico en la campaña presidencial del 2016. Pero, a diferencia de la década de 1960, dos políticos republicanos de ascendencia cubana tienen un lugar central en la carrera por la Casa Blanca. El senador de Texas, Ted Cruz, es el hijo de un exiliado cubano. El senador de la Florida, Marco Rubio, quien lanzó su sombrero al ruedo a principios de esta semana, tiene padres cubanos que se establecieron en Estados Unidos antes de que Fidel Castro tomara el poder. Ambos candidatos se oponen rotundamente a la normalización en los términos de Obama. Sigue leyendo