Cinco cosas que Cuba puede hacer para acelerar la normalización de relaciones con EE.UU.

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Washington y La Habana han dado los primeros pasos hacia la normalización de las relaciones, después de medio siglo de distanciamiento, pero aún quedan muchos asuntos difíciles por solucionar y el tiempo es esencial. Al presidente Obama le quedan solo dos años de su presidencia, y a Raúl Castro solo le quedan tres. El ritmo al que los dos presidentes avancen determinará si el acercamiento sobrevive a las venideras sucesiones.

Nadie espera que los líderes cubanos desmantelen su sistema político ni adopten una democracia electoral multipartidista a cambio de mejores relaciones con Estados Unidos. Esa es la exigencia que Estados Unidos hizo por décadas mientras trataba de compeler a Cuba a la docilidad. Como señaló el presidente Obama al anunciar su nueva política el 17 de diciembre de 2014, simplemente no funcionó.

Dicho lo anterior, hay un número de cosas que Cuba puede hacer para hacer avanzar el proceso de normalización sin comprometer su soberanía. Los pasos mencionados más adelante provienen directamente de los 18 meses de conversaciones secretas entre Washington y La Habana. Con excepción del último, son cosas con las que Cuba ha estado de acuerdo, pero que aún no ha llevado a cabo.

Enviar una amplia delegación de la sociedad civil a la Cumbre de las Américas.

Después de bloquear la participación cubana en cumbres anteriores, Estados Unidos está preparado ahora a dar la bienvenida a Cuba en la Séptima Cumbre de abril –si Cuba es representada en las consultas de las sociedades civiles que son parte del proceso de la cumbre. Trabajando con el país anfitrión, Panamá, Cuba debiera asegurar a Estados Unidos que en su delegación esté ampliamente representada una robusta sociedad civil, la cual no esté limitada a los autoproclamados disidentes (como ha pensado alguna vez el gobierno norteamericano) o a las organizaciones oficiales de masas (como el gobierno cubano a veces ha implicado).

Ninguna organización de la sociedad civil es más importante en la Cuba contemporánea que la Iglesia Católica, y bajo el liderazgo del cardenal Jaime Ortega la iglesia ha desarrollado una buena relación de trabajo con el gobierno. Juntos, la iglesia y el estado debieran conformar una delegación de la sociedad civil que refleje la diversidad de opiniones de Cuba, incluyendo a artistas, escritores, empresarios independientes, sindicalistas, mujeres, estudiantes, clérigos y laicos.

Cooperar con el Comité Internacional de la Cruz Roja y el Concejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

En las conversaciones secretas con Estados Unidos, Cuba acordó aumentar su cooperación con la Cruz Roja y la ONU. La Cruz Roja está interesada en reanudar la inspección a las condiciones en las prisiones, que terminaron en 1989. En 2013, el Concejo de Derechos Humanos de la ONU hizo 290 recomendaciones para mejorar la práctica de los derechos humanos en la Isla. Cuba debiera actuar rápidamente para permitir la reanudación de las visitas de la Cruz Roja Internacional y anunciar qué pasos adicionales dará en respuesta a las recomendaciones del Concejo de Derechos Humanos. Mientras más rápidamente Cuba cumpla estos compromisos, más difícil será para los oponentes a la normalización utilizar el tema de los derechos humanos para descarrilar el proceso.

Aumentar el acceso a Internet.

Cuba tiene la más baja tasa de acceso a Internet en Latinoamérica, limitado tanto por deficiencias de infraestructura como por preocupación política –preocupaciones exacerbadas por los intentos de USAID por construir redes digitales fuera del control el gobierno y por usar los medios sociales (incluyendo el tristemente célebre servicio de mensajes ZunZuneo) para promover la oposición. No obstante, los líderes de Cuba han llegado a la conclusión de que el acceso a Internet es indispensable para el desarrollo económico y se han comprometido públicamente a ampliar el acceso en todo el país.

La decisión de Obama de licenciar la venta de equipos y servicios norteamericanos de telecomunicación brinda a Cuba la oportunidad de expandir rápidamente la magra anchura de banda de la Isla. Será bueno para la economía cubana y hará más por reducir la alienación de la juventud que cualquier otra política que el gobierno pueda adoptar. Con seguridad, el ritmo de expansión dependerá en parte de cuán dispuestas estén las compañías norteamericanas de telecomunicaciones a entrar al mercado cubano, pero si La Habana lo desea, puede acelerar las negociaciones con la compañía telefónica cubana (ETECSA). El primer acuerdo entre ETECSA e IDT Telecom es una buena señal.

Facilitar el comercio de EE.UU. con el sector privado.

El comercio con el creciente sector privado de Cuba es otro campo en el que el presidente Obama ha licenciado una exención al embargo. El presidente Bill Clinton hizo algo similar en 1999, cuando licenció las ventas de aportaciones agrícolas a los agricultores privados de Cuba, pero La Habana se negó a cooperar y la iniciativa fracasó.

El nuevo modelo económico de Raúl Castro prevé un dinámico sector privado que brinde un  empleo significativo y contribuya al crecimiento económico. La agricultura cubana, en particular, se beneficiaría del acceso a aportaciones de Estados Unidos. Con la cooperación de Cuba, esta exención al embargo podría convertirse en una fuente de comercio mayor que la venta de alimentos que llegó a un máximo de $708 millones de dólares en 2008. El comercio a gran escala también fortalecerá el apoyo de la comunidad norteamericana de negocios a la eliminación total del embargo. Sin embargo, el manejo del comercio de EE.UU. con cientos y hasta miles de pequeñas empresas representará un verdadero reto para la burocracia estatal cubana. Cuba debe prepararse ahora para el diluvio de preguntas por parte de los exportadores norteamericanos, debido a que nada ahoga tan eficazmente el comercio e inversiones internacionales como una burocracia gubernamental indiferente.

Trabajar con Estados Unidos para reenfocar los programas de democracia.

Los programas de Washington para promover la democracia en Cuba provienen de la Ley de Libertad Cubana y Solidaridad Democrática (Helms-Burton) de 1996, la cual también convirtió el embargo en ley. El objetivo inequívoco de la Helms-Burton es el cambio de régimen, así que el gobierno cubano siempre ha considerado estos programas como irremediablemente subversivos. De ahí que se hayan aprobado leyes que convierten en un delito criminal la cooperación con la Helms-Burton.

Cuba exige la terminación de estos programas, pero funcionarios norteamericanos han sido igualmente categóricos en no renunciar a ellos. Sin embargo, esos mismos funcionarios son bien conscientes de que la naturaleza encubierta y provocativa de los programas es incompatible con la nueva relación que el presidente Obama está tratando de construir con Cuba. En eso reside una oportunidad para apartar los programas de cambio de régimen y en su lugar enfocarlos en apoyar lazos auténticos entre la sociedad civil cubana y la norteamericana –lazos no manufacturados ni manipulados por el gobierno.

Estados Unidos tiene programas en todo el mundo que buscan fortalecer abiertamente la sociedad civil, con el conocimiento y al menos el tácito consentimiento de los países anfitriones. Si La Habana estuviera dispuesta a trabajar con Washington para reenfocar los programas de democracia, de forma tal que no sean una afrenta a la soberanía cubana, podría eliminarse un gran escollo en el camino hacia la normalización.

Por supuesto, la responsabilidad de un avance más rápido hacia las relaciones normales entre EE.UU. y Cuba no recae solamente en La Habana. Hay muchas cosas que Washington puede y debe hacer para acelerar el proceso. Pero a medida que el presidente Obama se encuentre bajo al ataque político por no obtener “nada” a cambio de acercarse a La Habana, los líderes de Cuba tienen una oportunidad de demostrar que Obama tomó la decisión adecuada –que la cercanía y la coexistencia producen resultados.

*William M. LeoGrande es profesor de Gobierno en la American University y coautor junto con Peter Kornbluh del reciente libro Canales traseros a Cuba: la historia oculta de las negociaciones entre Washington y La Habana. (University of North Carolina Press, 2014).

(Tomado de The Huffington Post)

Traducción de Germán Piniella para Progreso Semanal.

(Tomado de Progresosemanal)

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