Cuba Posible
Un simpático chofer y guía de turismo boliviano, hablante fluido de cuatro idiomas, viajero por el mundo y conversador inacabable nos llevó –a los más de 10 cubanos que desde la Isla viajamos para ser parte de la conferencia titulada “Cuba y Estados Unidos en tiempo de cambios”– a un tour por los monumentos históricos de la ciudad. Víctor, que así se llamaba nuestro chofer-guía, resultó un personaje fascinante que aseguró haber recorrido el mundo varias veces y llevar más de cuarenta años sin regresar a su país. Nos asombró por el conocimiento enciclopédico que demostró de la historia estadounidense. Para mayor agrado, cuando nos enseñó el monumento a Thomas Jefferson y comentamos acerca de las relaciones de este con su esclava negra Sally Hemings (relación de la cual nacieron 7 hijos), resultó que Víctor leía exactamente un libro sobre eso.
Dentro de las varias aproximaciones que es posible utilizar para entender la trascendencia y sentido de los monumentos históricos, está el considerar que son el tipo de transformación del espacio público que ha sido concebida para impactar.
El monumento, con su forma y tamaño, nos hace sentir la enormidad de la Historia y de aquellos que la impulsan. A la vez, y ahora en dirección opuesta, el hecho de ser un tipo de construcción diferente a las que lo rodean, hace del monumento una gran forma o volumen que atrae la mirada; aun así nada es tan curioso como el hecho de que, mientras más nos acercamos, la enormidad se transforma en una suerte de diálogo desde la intimidad, una experiencia interior que nos adentra en la Historia de otro modo.
Así nos fuimos sintiendo al pasar por entre paisajes que –gracias al cine y la televisión– nos acompañan desde siempre: la Casa Blanca, el Capitolio, el Pentágono y, sobre todo, los monumentos dedicados a Martin Luther King Jr., Thomas Jefferson, George Washington y el Lincoln Memorial, donde espera esa estatua enorme en posición sedente con la que es homenajeado el Presidente grande y leñador.
Fue hermoso encontrarnos allí una docena de cubanos que apenas unos días antes no nos conocíamos, o sólo de manera fragmentaria, que en ese par de días compartiendo experiencias habíamos aprendido a respetarnos y querernos, y que -antes de regresar a Cuba- queríamos agradecer y rendir homenaje. Y todavía fue todo más visceral dado el motivo de nuestro viaje: exponer ideas e intercambiar argumentos en la conferencia “Cuba y Estados Unidos en tiempo de cambios”; así como por la fecha en que transcurrió el encuentro, a escasas semanas de que los presidentes Barack Obama y Raúl Castro sorprendieran al mundo con el anuncio de que las relaciones diplomáticas entre los dos países iban a ser restablecidas.
Organizada de manera conjunta por Cuba Posible, cuyas figuras líderes son Roberto Veiga y Lenier González y por el Cuba Research Center, dirigido por Phillip Peters, la conferencia convocó a un grupo de invitados cubanos que trabajan y viven en la Isla, junto con académicos y figuras del mundo empresarial y de la diáspora cubana, así como a una representación del Departamento de Estado para sostener varios intercambios acerca del presente y futuro de las relaciones entre ambos países.
Mesas de discusión, en las que la lectura de textos fue seguida por rondas de preguntas, alternaron con la exposición de experiencias testimoniales, cosa que hizo el trío de cuentapropistas provenientes de la Isla; la exploración de posibilidades futuras de la relación económica entre ambos países; una insólita sesión (suerte de refrescante brain-storming) en donde se invitó a exponer de modo colectivo las cosas que desean y esperan del restablecimiento, y par de intervenciones especiales, la de Alberto Coll, cubano que llegó a ocupar el cargo de Subsecretario de Defensa durante la administración de George Bush, padre, y la de Edward Alex Lee, actual Subsecretario Adjunto de la Oficina de Asuntos del Hemisferio Occidental del Departamento de Estado.
La variedad de ángulos desde los cuales fue enjuiciado el gesto de los presidentes el 17-D, lo sucedido hasta hoy y los futuros previsibles que fueron explorados, resultaron aún más valiosos la diversidad entre los invitados a exponer, lo mismo en cuanto a lugares de procedencia que ocupación, raza, género o filiación política.
(Tomado de Progresosemanal)