Por Carlos Alzugaray Treto
El anuncio realizado simultáneamente a las 12 del mediodía del 17 de diciembre del 2014 por los Presidentes de Cuba y Estados Unidos, Raúl Castro y Barack Obama, en el sentido de que sus gobiernos, después de 18 meses de negociaciones secretas, habían acordado comenzar el largo proceso de normalizar sus relaciones, constituye un hecho a la vez necesario y difícil de comentar. No cabe duda que el entendimiento alcanzado fue inesperado para la mayor parte de los analistas internacionales y se inscribe en la historia contemporánea como un hecho trascendente y de amplias repercusiones.1
Para aquilatar justamente lo que antecede, debe comenzarse por analizar las dificultades y obstáculos que ambos Presidentes enfrentaban para alcanzar los objetivos que se habían propuesto y la maestría que han demostrado sus equipos negociadores y ellos personalmente para encontrar soluciones creativas y meditadas a los múltiples desafíos que debían superarse para modificar radicalmente las relaciones entre ambos países. Entre otros, había que dejar atrás la desconfianza mutua acumulada por años de conflicto. Sigue leyendo