Barack Obama: sus acciones no igualan sus palabras

 

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Albor Ruiz. 8 de julio,2014

NUEVA YORK – ¡Que se ponga de pie el verdadero Barak Obama!

Esa es la petición que, como si estuvieran participando en To Tell the Truth (Decir la verdad), un antiguo y popular programa norteamericano de televisión, mucha gente quisiera hacerle al presidente. ¿La razón? La exasperante costumbre del mandatario de contradecir sus palabras con sus acciones, un patrón de conducta capaz de desconcertar al observador más aguzado.

Un ejemplo claro es su actitud ante la inmigración. Por un lado, tenemos palabras compasivas como estas:

“Cuando las redadas de inmigración de ICE aterrorizan comunidades, cuando se arranca a madres lactantes de sus bebés, cuando los niños llegan de la escuela y no encuentran a sus padres, cuando detienen a la gente sin acceso a asesoría legal, cuando todo esto está sucediendo, sencillamente el sistema no está trabajando y necesitamos cambiarlo”, el entonces candidato Barack Obama expresó en 2008 ante el Consejo Nacional de la Raza.

Por otro lado tenemos, seis años más tarde, la realidad de sus acciones: dos millones de deportados, la mayoría de ellos padres de familia, obreros, gente buena.

Esta cifra, un nuevo récord, va en camino de crecer considerablemente si Obama, como pretende, consigue cambiar las reglas del juego para repatriar rápidamente el mayor número posible de los niños centroamericanos que han cruzado la frontera solos. Esto, pese a que los pequeños serían devueltos a la miseria y la violencia de que escaparon casi de milagro para salvar la vida.

¡Que se ponga de pie el verdadero Barak Obama!

Cuba es otro ejemplo capaz de confundir al más pintado.

Por una parte están las palabras del presidente: “Tenemos que poner al día nuestra política. No olviden que cuando Castro llegó al poder yo acababa de nacer”, declaró en Miami en noviembre del 2013.

Un mes después, en un gesto que le dio la vuelta al mundo, le estrechó la mano al presidente cubano Raúl Castro durante un homenaje al recién fallecido Nelson Mandela en Sudáfrica. Las especulaciones sobre el significado del inesperado apretón de manos no se hicieron esperar.

“Fue un gesto sencillo, pero no creo que sucediera por casualidad”, nos dijo en aquella ocasión desde La Habana, el escritor Jesús Arboleya reflejando el pensamiento de mucha gente tanto en Cuba como fuera.

Más recientemente, después de que el 12 de mayo el presidente de Uruguay, José Mujica, se reuniera en Washington con Obama, se difundió la noticia de que este le había comunicado al suramericano que tenía intenciones de llegar a un acuerdo con La Habana.

Muchos creyeron entonces que se aproximaba un cambio positivo en las relaciones de dos países entre los que ha existido solo hostilidad durante más de medio siglo.

“Me quedan dos años. Este es el momento”, le habría dicho Obama a Mujica.

Sin embargo, una vez más, lo que dice Obama se parece poco a lo que hace. Solo hay que ver el recrudecimiento sin precedentes de la persecución económica contra Cuba.

El caso más notorio es la multa de $8 mil 970 millones impuesta el 30 de junio al banco francés BNP Paribas, la mayor jamás a una institución financiera por violar el anacrónico embargo contra Cuba y otras sanciones contra Sudán e Irán.

En junio del 2013 el segundo banco de Italia, Intesa San Paolo, tuvo que pagar $3 millones y en 2012 el banco holandés ING Bank NV aceptó pagar $619 millones. Otros bancos de Suecia y Gran Bretaña han desembolsado también cientos de millones más en multas relacionadas con transacciones con Cuba.

La Habana, con toda razón, culpa al universalmente condenado embargo de EE.UU. por las sanciones así como a la inclusión gratuita de Cuba en la lista de países patrocinadores de terrorismo elaborada en Washington, y que Obama ha mantenido.

“(Obama) continúa básicamente realizando las políticas de sus predecesores. Continúa aplicando presión a la economía cubana, con énfasis en las transacciones financieras internacionales,” afirma Phil Peters, presidente del Cuba Research Center, en Alexandria, Virginia.

Sin duda, una extraña manera de mejorar las relaciones.

¿Se pondrá de pie alguna vez el verdadero Barak Obama?

albor.ruiz@aol.com

(Tomado de progresosemanal)

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